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| Posted: 20 Mar 2012 09:00 PM PDT  Lectura: Salmo 119:97-104. "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!" Salmo 119:103 Cuando era pequeño, no me interesaba para nada el béisbol de las grandes ligas. Entonces, un día, fui al estadio y vi un juego. ¡Ahí cambió todo! Empecé a leer sobre los diferentes clubes e invertí toda mi fortuna de muchacho en libros y revistas sobre ese deporte y los jugadores. Guardaba un archivo de los integrantes de cada equipo, y comencé a elaborar un libro con recortes de noticias de los Giants de Nueva York. Aprendí la formación de cada uno de los equipos de la Liga Nacional, y todas las semanas podía citar el promedio de bateo de cada jugador. Había quedado atrapado por la emoción de un gran descubrimiento. Algo similar sucede cuando nos consagramos a Dios y lo oímos por medio de la Biblia. Su voz es tan irresistible que queremos oírla más que a cualquier otra que habla a nuestra alma. Cuando empezamos a descubrir los tesoros de la Palabra de Dios, queremos averiguar todo lo posible sobre las bendiciones que Él nos ha dado en Su Hijo Jesucristo. Aunque algunos pasajes siguen siendo difíciles de entender, nuestra renovada motivación hace que se conviertan en desafíos encantadores en vez de obstáculos. No hay nada como abrirle tu corazón a Jesús, la Palabra viva, para hacer que la Biblia, la Palabra escrita, cobre vida. Te cambiará la vida. Reflexión: Cuando abres tu corazón al Salvador, Él abre tu mente a Su Palabra. LA BIBLIA EN UN AÑO: Josué 7-9. Lucas 1:21-38.  |
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